Nos hemos acostumbrado a que cuando hablamos de amor casi siempre lo hacemos asociándolo a un sentimiento romántico. Pero esto no siempre ha sido así. En la Grecia Clásica el sentimiento de afecto y amor se describía utilizando hasta seis términos y conceptos diferentes. Cada uno de ellos se refería a una forma y manera de querer.

Para los clásicos, uno de los términos que englobaba relaciones afectivas más variadas era el de “philia”. Filósofos como Aristóteles, hablaban de philia para referirse a una relación de cercanía con otra persona en la que Eros o Cupido no interviene. Es decir donde no hubiese intimidad sexual. Esta philia describía lazos afectivos que se establecen en diferentes entornos y situaciones como en la familia, entre los amigos, entre los compañeros y colegas, entre socios, etc.

Lo que hoy llamaríamos camaradería era un sentimiento de philia que los griegos tenían en alta estima y que, a veces llegaba a ser tan intenso como el propio amor romántico guiado por Cupido. Ser camaradas o amigos del alma era compartir batallas e historias tanto como acudir en auxilio del amigo sin esperar nada a cambio. El ejemplo clásico de esta forma de cariño nos lo ofrece Homero en su obra La Iliada cuando nos describe el sufrimiento de Aquiles ante el cadáver de su amigo Patroclo, muerto en el campo de batalla, y la intensidad con la que venga su muerte. (Hay que decir que Aquiles y Patrocolo mantenían, además, algo más que philia)

San Valentín, santo patrón romano, empezó celebrando el amor más lúdico y más romántico. Con el paso de los siglos, anglosajones y germanos fueron incluyendo en la celebración (y de paso en el marketing) esas otras relaciones que los griegos llamaron philia.

Y, a decir verdad, ¿Qué hay más gratificante que regalar cariño?.

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